La Tramontana
Por un camino de invierno volví a tu pueblo.
Tu pueblo me abrió los brazos muy de mañana.
Y cuando esa noche el vino nos daba fuego
alguno nombró tu nombre, mi Tramontana.
Oculta por los zarpazos del viento norte,
al otro lado del monte con que te hermanas,
me has hecho perder el rumbo por tanto tiempo
que nunca he podido hallarte, mi Tramontana.
Soberbia como tu nombre que nunca olvido,
tan vanidosa y altiva, tan soberana,
también perdiste la huella que da a mi puerta,
la puerta clara que da a mi pecho,
y hasta ese pecho, mi Tramontana.
Y me has dejado un vacío en las manos solas,
las manos tiernas que te buscaron
sin encontrarte, mi Tramontana.
A veces, cuando el camino me mata un poco
y no distingo las sombras de tu ventana,
mi corazón se adormece mordiendo el alba
a la espera de que asomes, mi Tramontana.